Hay
miradas que hablan, miradas que susurran a gritos y acarician el
alma, miradas que dicen a voces como afrontar los senderos de los
silencios, miradas que como dagas, penetran en el pecho y ascienden
lentamente hasta ahogar las gargantas.
Dicen,
los que dicen saber, que existen miradas capaces de detener los
tiempos y colmar de sentido la existencia, miradas que abrigan, que
cubren, que calman, que mitigan las miserias de los necios y las
necedades de los míseros; miradas que reman a tu favor apaciguando
los mares que tú mismo convertiste en bravíos, miradas de lunas que
frenan mareas, que iluminan abismos, que encienden hogueras,... que
ocultan estrellas...Dicen, los que dicen saber, que sólo el espíritu
más limpio es capaz de albergar la nitidez y la verdad de la mirada
verdadera, de aquella mirada que se tatúa en la mente y acompaña
hasta el definitivo adiós de los días. Me dijeron, los que dicen
saber, que no llorase por no saber soportar el peso de mis cobardías,
que mirase,...que me bañase en tus ojos para limpiar la ruindad de
mis acciones y me sintiese feliz por tenerte. Ahora, noto el calor de
tu mirada, me siento arropado de dicha y sé que podré partir en paz
cuando la caprichosa parca me tienda su irrechazable mano.
Sólo
puedo decir una cosa, sé que no es mucho, pero la daga teñida de
llanto ahogó mi garganta: GRACIAS HIJA