Era tarde pero la madre de Cesar me llamó en cuanto llegaron a casa tal y como le había dicho yo que hiciese, por lo que la hora era lo de menos. Llamé a la puerta del adosado en el que viven y fue ella misma la que me abrió la puerta.
- Hola Ricardo, sé que es tarde, pero como dijiste que te llamase nada más llegar, pues...bueno, además Cesar tiene muchas ganas de verte ¿quieres tomar algo?
- Hola Laura ¿qué tal? No gracias he cenado ya y no me apetece nada. Gracias por llamarme enseguida ¿y Cesar?
- Está en la cocina, pasa te está esperando.
Recorrí el largo pasillo que daba acceso a la gran cocina que tenía la casa y desde la puerta me quedé un instante mirando a mi buen amigo que de espaldas a mí, bebía de una enorme taza de color blanco mientras escuchaba por la radio un programa deportivo. Me acerqué a él y le di un toque en el hombro derecho.
- Querido Cesar, se nota que has cogido peso ¿te cuidaron bien, eh?
- ¡Ricardo! que alegría, pero si no te he oído entrar. Escuché el timbre pero pensé que sería mi padre que salió a comprar algo de comida al restaurante chino ese, ya sabes como es él con la comida china. Pero ¿cómo estás? ¿y los niños y tu mujer? Porque me ha dicho mi madre que has tenido otro nene ¿no? ¡joer tio! ¿y el pelo? ¿lo estás donando? Vaya ritmo que llevas, cuéntame, cuéntame ¿te compraste el coche? ¿y la moto?
- Tranquilo, tranquilo que te va a dar algo ¿tú qué tal?
- Bien, bueno algo tenso pero bien.
- Has engordado ¿eh cabroncete?
- Buffff, ten en cuenta que me fui con 45 kilitos de nada..vamos casi cadáver.
- Ya, se te ve mejor, mucho mejor y además tienes color de cara.
- Pero siéntate chaval, siéntate ¿y el niño? ¿no se parecerá a ti el pobre, no?
- Pues sí, es clavaito a mí ¿qué pasa? No pierdes la costumbre de meterte conmigo ¿eh querido Cesar?
- Pobre nene, con lo guapa que es la madre...te he echado de menos ¿sabes?
- Ya, pero te fuiste muy enfadado conmigo.
- Me enfadaba con todo aquel que tuviese la osadía de querer abrirme los ojos. A mis padres los tenía al borde de la locura ¿sabes que vendí el todoterreno?
- Lo sé, se que vendiste el todoterreno, pero eso es lo de menos, el caso es que hayas conseguido superarlo Cesar.
- Seguro que sí, sino, no habría optado por venirme, creo que estos dos años han conseguido allí lo que no os dejé que hicieseis aquí ¿cómo pude llegar a eso Ricardo, cómo pude?
- Supongo que sin darte cuenta, como tantos otros; arrastrado por la corriente. Pero déjalo, no hace falta que hablemos de ello ¿no?
- Si, si quiero hablar de ello...tengo que hablar de ello ¿recuerdas a Sara?
- Si, aquella chica de Chiclana.
- Efectivamente, pues con ella es con la que comenzó todo. El verano que la conocí es cuando empecé con la mierda de la cocaina; ya sabes, al principio una rayita en las fiestas gordas, después como estaba claro que la controlaba, pues rayitas los Sábados y como estaba clarísimo que estaba todo bajo control pues ¿por qué no comenzar el fin de semana el Jueves y no parar hasta el Lunes? ¿por qué no, si lo tenía todo bajo control? Sara ya no estaba ni estuvo jamás, pero la puta coca no se apartaba de mi ni un instante, la tenía siempre en la cabeza, pero aun así creía que era yo el que la controlaba. Tenía dinero, estaba bien considerado en mi trabajo, era joven, triunfaba Ricardo, triunfaba...vivía a toda leche...pero todo se fue jodiendo y no precisamente poco a poco, no, todo se derrumbó de golpe cuando se mató mi hermano con la moto, entonces ya fue la locura, me metía de todo, me bebía todo y me fumaba todo, estaba loco Richard. Me refugié en esa mierda, me gasté lo mío y lo de mis padres y me habría gastado lo tuyo si me lo hubieses dejado y es por eso por lo que me enfadé contigo, por no querer dejarme los 1000 euros que te pedí aquella Nochevieja.
- Déjalo Cesar, no te tortures, eso ya pasó y ahora estás bien.
- No, no puedo dejarlo, he hecho mucho daño a gentes que me querían mucho y de los que no merezco la ayuda que me han prestado.
- Son tus padres ¿cómo no iban a ayudarte? Te quieren, eres lo único que tienen; os tenían a los dos y en un año casi se quedan sin ninguno ¿crees que lo habrían soportado? No Cesar, tu eras su lucha y al final han ganado. He visto la cara de tu madre al entrar y otra vez tiene la luz de antaño y aunque no he visto a tu padre, si me dices que se ha ido al chino a por comida, quiere decir que vuelve a ser el mismo.
- Si, pero me da pena haberme comportado con ellos como lo he hecho.
- No fuiste tú, sino esa porquería.
- No era yo Ricardo ¿lo sabes, verdad?
De repente y desde la puerta escuchamos a nuestras espaldas.
- Lo sabemos Cesar, lo sabe Ricardo, tu madre y yo...y sobre todo lo sabe también tu hermano que seguro que desde donde esté ha puesto mucho de su parte. Venga, vamos a tomarnos este arrocito y esta ternerita que traigo y ya tendremos tiempo de contarnos de todo ¿no os parece? –nos dijo Andrés, el padre de Cesar-
- Yo ya he cenado, así que ya otro día si eso, pero gracias de todas formas. Me alegra tenerte de vuelta Cesar, pásate por casa y ya verás que niño más guapo tengo ¿a que sí Andrés, díselo tú que no me cree? Bueno, me largo que he venido andando, llámame.
Y allí quedaron los tres, con las caras marcadas por las incertidumbres que su nueva vida les tendía, pero de las cuales bien seguro estoy que saldrán airosos.
- Hola Ricardo, sé que es tarde, pero como dijiste que te llamase nada más llegar, pues...bueno, además Cesar tiene muchas ganas de verte ¿quieres tomar algo?
- Hola Laura ¿qué tal? No gracias he cenado ya y no me apetece nada. Gracias por llamarme enseguida ¿y Cesar?
- Está en la cocina, pasa te está esperando.
Recorrí el largo pasillo que daba acceso a la gran cocina que tenía la casa y desde la puerta me quedé un instante mirando a mi buen amigo que de espaldas a mí, bebía de una enorme taza de color blanco mientras escuchaba por la radio un programa deportivo. Me acerqué a él y le di un toque en el hombro derecho.
- Querido Cesar, se nota que has cogido peso ¿te cuidaron bien, eh?
- ¡Ricardo! que alegría, pero si no te he oído entrar. Escuché el timbre pero pensé que sería mi padre que salió a comprar algo de comida al restaurante chino ese, ya sabes como es él con la comida china. Pero ¿cómo estás? ¿y los niños y tu mujer? Porque me ha dicho mi madre que has tenido otro nene ¿no? ¡joer tio! ¿y el pelo? ¿lo estás donando? Vaya ritmo que llevas, cuéntame, cuéntame ¿te compraste el coche? ¿y la moto?
- Tranquilo, tranquilo que te va a dar algo ¿tú qué tal?
- Bien, bueno algo tenso pero bien.
- Has engordado ¿eh cabroncete?
- Buffff, ten en cuenta que me fui con 45 kilitos de nada..vamos casi cadáver.
- Ya, se te ve mejor, mucho mejor y además tienes color de cara.
- Pero siéntate chaval, siéntate ¿y el niño? ¿no se parecerá a ti el pobre, no?
- Pues sí, es clavaito a mí ¿qué pasa? No pierdes la costumbre de meterte conmigo ¿eh querido Cesar?
- Pobre nene, con lo guapa que es la madre...te he echado de menos ¿sabes?
- Ya, pero te fuiste muy enfadado conmigo.
- Me enfadaba con todo aquel que tuviese la osadía de querer abrirme los ojos. A mis padres los tenía al borde de la locura ¿sabes que vendí el todoterreno?
- Lo sé, se que vendiste el todoterreno, pero eso es lo de menos, el caso es que hayas conseguido superarlo Cesar.
- Seguro que sí, sino, no habría optado por venirme, creo que estos dos años han conseguido allí lo que no os dejé que hicieseis aquí ¿cómo pude llegar a eso Ricardo, cómo pude?
- Supongo que sin darte cuenta, como tantos otros; arrastrado por la corriente. Pero déjalo, no hace falta que hablemos de ello ¿no?
- Si, si quiero hablar de ello...tengo que hablar de ello ¿recuerdas a Sara?
- Si, aquella chica de Chiclana.
- Efectivamente, pues con ella es con la que comenzó todo. El verano que la conocí es cuando empecé con la mierda de la cocaina; ya sabes, al principio una rayita en las fiestas gordas, después como estaba claro que la controlaba, pues rayitas los Sábados y como estaba clarísimo que estaba todo bajo control pues ¿por qué no comenzar el fin de semana el Jueves y no parar hasta el Lunes? ¿por qué no, si lo tenía todo bajo control? Sara ya no estaba ni estuvo jamás, pero la puta coca no se apartaba de mi ni un instante, la tenía siempre en la cabeza, pero aun así creía que era yo el que la controlaba. Tenía dinero, estaba bien considerado en mi trabajo, era joven, triunfaba Ricardo, triunfaba...vivía a toda leche...pero todo se fue jodiendo y no precisamente poco a poco, no, todo se derrumbó de golpe cuando se mató mi hermano con la moto, entonces ya fue la locura, me metía de todo, me bebía todo y me fumaba todo, estaba loco Richard. Me refugié en esa mierda, me gasté lo mío y lo de mis padres y me habría gastado lo tuyo si me lo hubieses dejado y es por eso por lo que me enfadé contigo, por no querer dejarme los 1000 euros que te pedí aquella Nochevieja.
- Déjalo Cesar, no te tortures, eso ya pasó y ahora estás bien.
- No, no puedo dejarlo, he hecho mucho daño a gentes que me querían mucho y de los que no merezco la ayuda que me han prestado.
- Son tus padres ¿cómo no iban a ayudarte? Te quieren, eres lo único que tienen; os tenían a los dos y en un año casi se quedan sin ninguno ¿crees que lo habrían soportado? No Cesar, tu eras su lucha y al final han ganado. He visto la cara de tu madre al entrar y otra vez tiene la luz de antaño y aunque no he visto a tu padre, si me dices que se ha ido al chino a por comida, quiere decir que vuelve a ser el mismo.
- Si, pero me da pena haberme comportado con ellos como lo he hecho.
- No fuiste tú, sino esa porquería.
- No era yo Ricardo ¿lo sabes, verdad?
De repente y desde la puerta escuchamos a nuestras espaldas.
- Lo sabemos Cesar, lo sabe Ricardo, tu madre y yo...y sobre todo lo sabe también tu hermano que seguro que desde donde esté ha puesto mucho de su parte. Venga, vamos a tomarnos este arrocito y esta ternerita que traigo y ya tendremos tiempo de contarnos de todo ¿no os parece? –nos dijo Andrés, el padre de Cesar-
- Yo ya he cenado, así que ya otro día si eso, pero gracias de todas formas. Me alegra tenerte de vuelta Cesar, pásate por casa y ya verás que niño más guapo tengo ¿a que sí Andrés, díselo tú que no me cree? Bueno, me largo que he venido andando, llámame.
Y allí quedaron los tres, con las caras marcadas por las incertidumbres que su nueva vida les tendía, pero de las cuales bien seguro estoy que saldrán airosos.